El teatro dirigido a los niños es un género complejo, una práctica artística y social que merece tiempo de trabajo, compromiso estético y ético y, por sobre todas las cosas, respeto al espectador que honestamente se entrega sin tapujos.
Esto no se ve reflejado esta temporada invernal.
En escasas oportunidades he visto Teatro para chicos con mayúsculas, es cierto, pero como espectadores adultos debemos exigir obras de calidad. Pareciera que con algunos muñecotes, unas telas negras, un poco de maquillaje y gritos exagerados, basta para contentar a los pibes ansiosos de ver y participar. Que se rían, que comenten, que pasen un buen rato, no basta.
La simplicidad de los argumentos en detrimento de la inteligencia de los espectadores, la violencia de las relaciones entre los personajes, el abuso de lo audiovisual, son moneda corriente en las obras para chicos.
Es igual que el la Literatura infantil, si los adultos no se ven seducidos por el espectáculo, no se sienten atrapados, felices, intrigados, a los chicos les pasará lo mismo.
Por un teatro que merezca una hora y media de la vida de nuestros hijos, propongamos, exijamos y busquemos.
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